Disculpe usted hombre de los ojos eternos
no fue mi intención intimidarlo,
es sólo está manía de morirme en los ojos
que irradian luz en mi alma,
hacen que resucite al compás de su mirada...
Disculpe usted, pues sé que es embarazoso
este asunto o talvez piense que lo acoso,
pero créame usted, dios del atardecer,
que mis labios sólo pretenden agradecer el
sonido de la música que derrocha en cada aliento
que ha de darle al viento para la purificación
del dolor que cargo aquí en mi pecho...
y ahora que por fin lo tengo a una eternidad del mar,
la vergüenza me desterrará de su vista al
sus labios escuchar mi pensar en su palpitar
pues he de confesar el aferro de mis manos por robar
esos destellos de manto estelar que lleva usted
en sus cabellos y que arrebatan la vida misma
de mis pupilas al verlo volar en cada letra
que escribe en el bailar de su sonrisa al usted despertar,
he también de decirle que mi corazón grita su nombre
en cada silencio que abraza usted con el eco de las campanas
al resonar las 3 de la tarde...
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